La tonalidad o tinta es el color propiamente dicho. Podemos decir, entonces, que el amarillo es una tonalidad, el verde otra, el azul otra… El color o tonalidad es una característica de las superficies. Lo que determina que una superficie sea de un color u otro es su capacidad para reflejar la luz que incide en ella.
Podríamos afirmar que el color no existe sin luz, ya que la necesita para poder existir. En una habitación oscura todos los colores desaparecen y sólo podemos percibir el negro, también conocido como ausencia de color. De ahí que se deberá considerar que el color puede variar según las condiciones de la luz a las que se somete y también en función de los colores adyacentes. Es el llamado esquema luz-objeto-ojo.
Los colores que nuestro ojo ve dependen de la cantidad de luz que el objeto refleja (hacia nosotros) o absorbe. Para poder ver los colores, la luz reflejada viaja hacia una zona sensitiva situada en la parte posterior de los ojos: la retina. La retina manda impulsos al cerebro el cual interpreta su combinación para que éstos sean el color que vemos.
La claridad es la sensación de que un color parezca más luminoso o más oscuro que otro. La diversa sensibilidad de la retina a las distintas longitudes de onda determina qué color ha de mostrarse más luminoso o más brillante que otro. El amarillo, por ejemplo, parece más claro que el azul o verde.
La saturación indica el mayor o menor grado de pureza de un color, es decir, depende directamente de la cantidad de color puro que contenga. El rojo intenso, por ejemplo, es más puro que el rosa, que contiene mayor cantidad de blanco, y es también más puro que el rojo grisáceo, que es menos puro por contener negro y blanco (o gris) en su composición.
Consejos:
Ver referencias Bibliográficas.
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